Gestión prospectiva del agua en Mendoza: pasado, preesente y futuro

Organización Nacional y el Avance al Desierto

En 1860, el flamante gobierno nacional incluyó, dentro de los primeros programas de organización del país, la conquista definitiva del Sur.

El terremoto de 1861 borra muchas de las imágenes de la Mendoza colonial, mientras que en el Sur de la provincia el proceso comienza con un nuevo y minucioso estudio geográfico y topográfico, comisionado al Coronel Olascoaga en 1864. Al año siguiente se encargó al agrimensor francés Julio Ballofet el trazado de la Nueva Ciudad de Mendoza (1863) y el estudio cartográfico de un área al Sur del río Diamante, en las proximidades del fuerte de San Rafael, con miras a su colonización.

En 1867, con la llegada del Ejército a esa zona al mando del Coronel Segovia, se comienza la construcción del primer canal de riego surgido del río Diamante. Estos trabajos ya los había comenzado Olascoaga. Por esa misma época se empiezan las obras del canal Molino que derivaba del Villa (se le dio ese nombre porque sus aguas iban destinadas al primer molino harinero del lugar).

En 1870, el proceso de conquista de San Rafael estaba en plena marcha. El gobierno nacional había establecido cuarteles con potreros y canales propios en Cuadro Nacional, cerca del fuerte. También se radicaban los primeros inmigrantes, junto a Ballofet y el padre Manuel Marco (capellán del 7° de Caballería), quienes pronto iniciaron gestiones para atraer gente en calidad de colonos.

En 1873, el Gobernador Arístides Villanueva designa al Dr. Manuel Bermejo como perito auxiliar de los ingenieros Stegman y Husberg, quienes se encargaron de proyectar las obras de riego sobre los ríos Mendoza y Tunuyán. Con ellos Bermejo tuvo la posibilidad de recorrer cauces, afluentes y derivaciones sobre el terreno: toda esta información y experiencia resultó provechosa para que la futura “Ley de Aguas” tuviera un sentido real y no fuera sólo una simple “teorización” de laboratorio.

Al mismo tiempo, se radicaron en Malargüe importantes hacendados (1874). Los campos de El Chacay fueron cedidos temporariamente al teniente coronel Rufino Ortega, los que luego se conviertieron en la estancia conocida como La Orteguita. Simultáneamente, en tierras antes colonizadas por Fraipán y el capitán Juan Troncoso se formó la estancia Las Chacras (410.000 ha), propiedad del doctor Edmundo Day, en sociedad con sus cuñados José Vicente y Martín Zapata.

Esta acción, al Sur de la provincia de Mendoza, coincidía con la campaña emprendida en 1876 durante la presidencia de Avellaneda e implementada por su Ministro de Guerra, Alsina, quien desarrolló una táctica de avances sobre el desierto marcada por líneas de fortines y zanjas.

A la muerte de Alsina (1877), el nuevo ministro de guerra, J. A. Roca, implementó un plan ofensivo de alcance nacional. La brigada que salió desde Mendoza estuvo a cargo de la 4º División que partió del fortín El Alamito, bajo órdenes de Napoleón Uriburu, Rufino Ortega, Zacarías Taboada y José Salas. Esta expedición se prolongó hasta 1882 cuando tuvo lugar la Campaña de los Andes comandada por Rufino Ortega, quien incursionó por los cajones cordilleranos para atacar las últimas tolderías y llegar hasta el río Aluminé.

Al intensificarse los cultivos y construirse nuevas obras de irrigación (ya no por iniciativa privada sino con intervención del Estado) nació la necesidad de establecer una ley que normalizara los derechos y obligaciones de los regantes, las obras de riego y el funcionamiento de un ente administrador del agua.

Más tarde, alrededor de 1883, el sacerdote Marcó y Domingo Furgón hacen llegar al Sur a los primeros colonizadores italianos, quienes construyen el canal Furgón y Marcó respectivamente en la zona de Las Paredes.

En ese entonces surgió, durante el gobierno del General Rufino Ortega y como Ministro Juan Manuel Bermejo, la Ley de Aguas de la Provincia de Mendoza. Esta fue sancionada el 2 de diciembre de 1884 y promulgada el 16 del mismo mes y año. Esta herramienta legal dispuso que la administración estuviera bajo la dirección del Departamento General de Aguas y su jefatura la ejerciera un Superintendente de Aguas.

Posteriormente el Inspector de Irrigación Laureano Galigneana fue nombrado Superintendente Interino (1885), a quien sucedió en 1888 Joaquín Villanueva.