Usos y calidad del agua, la eficiencia que mantiene los oasis mendocinos

El agua y la contaminación

Aún en estado natural el agua no se encuentra pura y presenta elementos que provienen de diferentes fuentes: la precipitación, el viento, los agentes erosivos, etcétera. Aun así, en aguas que no han recibido vertidos artificiales (urbanos, industriales o agrícolas) se encuentran sólidos y coloides en suspensión que afectan su transparencia o sólidos disueltos que se reflejan en la alcalinidad, pH, dureza, conductividad, oxígeno disuelto, etcétera.

Los vertidos artificiales pueden introducir sustancias naturalmente ausentes en el agua o que en cantidades superan las condiciones naturales preexistentes. Entonces, ya sea por su naturaleza extraña al ambiente o por el volumen del elemento vertido, provoca lo que se conoce como contaminación.

Llamaremos contaminación a cualquier alteración reversible o irreversible del ambiente o de alguno de sus componentes producida por la introducción de sustancias o energías extrañas a un medio.

Podemos decir que existe contaminación cuando se ha afectado la calidad del agua, de modo tal, que la misma no resulta apta para los fines o usos previstos. Según el Reglamento General para el Control de la Contaminación Hídrica vigente en la provincia de Mendoza (Res. N° 778/96 HTA-DGI): “Se entiende por contaminación o degradación de las aguas toda acción o actividad humana o natural que implique la alteración de las cualidades de las mismas, en relación a los usos asignados o la protección del medio ambiente, referido tanto al dominio público hidráulico en sí, como a su entorno”